El 4 de marzo de 2025, el mundo de la arquitectura celebró un hito significativo al anunciarse que Liu Jiakun, un talentoso arquitecto chino nacido en Chengdu, se convirtió en el ganador del Premio Pritzker de Arquitectura 2025. Este reconocimiento, considerado el galardón más prestigioso en el ámbito arquitectónico, honra a Liu por su capacidad única para fusionar tradición y modernidad, creando espacios que no solo transforman el entorno construido, sino que también elevan la experiencia humana cotidiana. A sus 68 años, Liu se consolida como una figura esencial en la arquitectura contemporánea, siendo el segundo arquitecto chino en recibir este honor tras Wang Shu en 2012..

Con un enfoque en la realidad social y un respeto por el contexto local y la artesanía vernácula, Liu Jiakun tiene como objetivo resolver problemas arquitectónicos contemporáneos con un sentido de realismo, un enfoque inspirado en la sabiduría popular, para cada proyecto. Su visión sigue abierta a las múltiples tradiciones de China. Con fe en la compatibilidad de la tradición y la modernidad, Liu se dedica a traducir el ethos cultural tradicional chino al lenguaje arquitectónico contemporáneo, transmitiendo una fina calidad de intertextura entre las memorias individuales y colectivas. Mantiene constantemente una creencia pura en la satisfacción de las necesidades humanas y explora continuamente las tecnologías apropiadas en la arquitectura.

Muchos de estos proyectos ilustran la relación recíproca entre la vida pública del pueblo chino y el espacio cultural urbano. Los proyectos de Liu se exhibieron en la 15ª Exposición Internacional de Arquitectura de La Biennale di Venezia, en la 56ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia, y en muchas otras exposiciones internacionales. Mientras tanto, Liu diseñó el primer Serpentine Pavilion Beijing por encargo de Serpentine Galleries (Londres) en 2018. Ha sido nominado para muchos premios de arquitectura nacionales e internacionales: Premios ARCASIA de Arquitectura 2003 - Mención Honorífica, Premio de Arte de Arquitectura China (2003), Premio de Diseño Arquitectónico del Lejano Oriente (2007 y 2017), Premio ASC Gran Creación Arquitectónica (2009), Premio WAN Civic Buildings (2017), Premio Alemán de Diseño 2022 - Oro, Premios de la UNESCO Asia-Pacífico para la Conservación del Patrimonio Cultural (2021), etc. Ha sido invitado a dar conferencias en la Cité de l'architecture et du patrimoine, el MIT, la Royal Academy of Arts, el Palais de Chaillot de París y muchas de las principales instituciones de China.

Liu Jiakun no es un arquitecto convencional. Su trayectoria es tan rica como sus diseños, marcada por una profunda sensibilidad hacia el contexto cultural, histórico y social de los lugares donde trabaja. Nacido en 1956 en Chengdu, una ciudad en constante transformación en la provincia de Sichuan, Liu creció en un entorno donde las estructuras tradicionales de madera convivían con los edificios grises de la era comunista. Esta dualidad dejó una huella imborrable en su visión creativa. Tras graduarse en 1982 con un título en Ingeniería Arquitectónica por la Universidad de Chongqing, su carrera tomó un rumbo poco ortodoxo. Inicialmente trabajó en el diseño estatal y pasó años en el Tíbet, pero su espíritu inquieto lo llevó a explorar otras pasiones como la escritura y la pintura, actividades que enriquecieron su comprensión del mundo y que hoy se reflejan en la profundidad de sus proyectos.

El punto de inflexión en su vida llegó en 1993, cuando una exposición individual de su compañero de estudios, Tang Hua, reavivó su amor por la arquitectura. Este encuentro lo motivó a fundar Jiakun Architects en 1999, una firma que rompió con las convenciones al establecerse como una de las primeras prácticas privadas en China. Desde entonces, Liu ha desarrollado más de 30 proyectos, todos en su país natal, abarcando desde museos y espacios académicos hasta complejos urbanos como West Village en Chengdu, una obra maestra que ocupa una manzana entera y combina infraestructura, paisaje y espacio público en un equilibrio armonioso.



Lo que distingue a Liu Jiakun no es un estilo reconocible, sino una filosofía. “Quiero ser como el agua”, ha dicho, refiriéndose a su deseo de permeabilizar los lugares sin imponer formas rígidas, adaptándose al entorno y permitiendo que la arquitectura emerja orgánicamente. Esta metáfora se materializa en obras como el Museo de Esculturas de Piedra Luyeyuan (2002), donde el concreto rugoso y los jardines de bambú dialogan con reliquias budistas, o en el Museo de Ladrillos de Horno Imperial de Suzhou (2016), que reinterpreta los aleros tradicionales chinos con un lenguaje contemporáneo. Su enfoque trasciende lo estético: Liu busca destilar las cualidades inherentes de las comunidades locales, dando voz a sus historias y necesidades.


Uno de los momentos más conmovedores de su carrera ocurrió tras el devastador terremoto de Wenchuan en 2008, que dejó miles de víctimas y un paisaje de escombros. Liu respondió con los “ladrillos de renacimiento”, una innovación que mezcló restos de edificios destruidos con cemento y fibras locales. Este material, utilizado en proyectos como el Memorial a Hu Huishan —un pequeño homenaje a una adolescente fallecida en la tragedia— y el Museo Shuijingfang, no solo fue práctico y sostenible, sino también un símbolo de resiliencia y memoria colectiva. Para Liu, la arquitectura no es solo construcción, sino un medio para sanar y conectar.



El jurado del Pritzker, presidido por Alejandro Aravena, elogió a Liu por “mediar entre la realidad y el idealismo” y por “elevar soluciones locales a visiones universales”. En un mundo donde la urbanización acelerada a menudo genera periferias monótonas, Liu propone una alternativa: espacios que integran lo humano, lo natural y lo construido. Su obra desafía la segregación funcional de las ciudades modernas, apostando por una intensidad vital que celebra la vida diaria.

El Premio Pritzker 2025 no solo reconoce el talento de Liu Jiakun, sino también su sabiduría. En una era de desafíos sociales y ambientales, su arquitectura ofrece respuestas convincentes, demostrando que el diseño puede ser un acto de empatía y poesía. Desde Chengdu hasta el escenario global, Liu nos recuerda que los edificios no son meros objetos, sino reflejos de quienes los habitan. Su legado, como el agua que tanto admira, fluye y perdura, transformando el paisaje humano con serenidad y propósito.

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