Lore y Carlos son aventureros. Seguramente por eso cuando se acercaron a nuestra oficina lo hicieron con un terreno que nos quitó el sueño más de una noche. Está ubicado en Mineral del Monte, Hidalgo, una zona boscosa, rodeado por montañas, acantilados y formaciones rocosas. El terreno, aunque no es un acantilado, tiene una pendiente tan pronunciada que ciertamente lo parece. Rodeado de árboles y neblina, la casa que Lore y Carlos nos pidieron tenía que dialogar con esto.
El proyecto presentaba varias características que lo volvían muy interesante; como que el terreno tuviera un acceso por su punto más alto (al este) y por su punto más bajo (al sur) y el resto estuviera sitiado por bosque. Que al norte, gracias a la erosión provocada por el agua que baja por la pendiente, encontráramos un espacio con menos vegetación que funcionara para desplantarnos. Que la lluvia estuviera siempre tan presente como el sol y que para encontrar un buen rayo de luz tuvieras que escalar la mitad de un árbol.
Lore y Carlos son grandes anfitriones; cuando platicábamos sobre cómo se imaginaban la casa, siempre regresaban a lo mucho que disfrutan recibir visitas. La casa tenía que volverse un lugar de reunión, un lugar en el que pudieran estar muchas personas en distintos espacios, pero mezclarse entre ellos. Para después, dentro de la misma casa poder retirarte en el bosque.
Nos gusta pensar que Casa Oruç cuenta esta historia mientras la recorres. Para entrar a la casa, hay que partir del punto más alto del terreno, desde donde la casa se esconde entre los pinos. Al cruzar un puente llegas a una torre, que abraza a la sala en su interior, las escaleras la rodean. Lo materiales van cambiando con el recorrido, a veces concreto aparente negro, y a veces block de cemento estriado. Después de las primeras escaleras, se pasa por un marco exterior, un recordatorio de que, aunque no has entrado en la casa, ya estás en ella. El siguiente pasillo deja ver una losa de concreto a dos aguas invertida que flota entre los árboles y, si continúas bajando, una ventana te enseña una pequeña parte de la sala. Al final de la última vuelta encuentras la puerta de acceso.
Adentro, un espacio amplio y abierto te recibe, por un lado será comedor, en otro más cocina, pero también sala. Una terraza al sur puede ampliar las posibilidades. La losa de concreto aparente negra a dos aguas invertida continúa hasta las habitaciones, con un árbol atravesándola en una de sus alas. El pasillo con ventanas al norte te lleva a las habitaciones; y, a partir de la siguiente puerta, te encuentras en una casa que vuela 7.5 metros entre los árboles, que busca atrapar la luz que llega a esa altura.
Lore y Carlos nos permitieron diseñar una casa que flota entre el bosque, que recoge agua con sus techos invertidos para aventarla como cascada a una cisterna. Una casa que, en el proceso de proyectarla, empezó siendo para dos, y ahora es para tres.
Pd. Oruç es el perro.