Una visita a las ruinas de Chan Chan hace años me permitió contemplar el detalle de esta arquitectura prehispánica, y cómo en ese tiempo la concepción del espacio era consciente de la manifestación de su cultura. El entramado de tierra que simula las redes de los pescadores Chimú captó por completo mi atención y sabía que en algún momento las usaría en un proyecto. El tiempo llegó, el cliente y el encargo perfecto también, una residencia de playa con total libertad para el diseño. El cliente, un señor que vive solo y con deseo de volver a su país a pasar sus últimos años de vida; el programa, simple como tener solo un dormitorio, un bar y un garaje, que posteriormente sería transformado en un espacio de usos múltiples. El concepto se basa en la sensación de una malla que se funde en el horizonte del mar, y el cliente consciente de que somos escultores acudió a nosotros para disfrutar de esta idea. Es así como el proyecto se compone de una suma de fragmentos escultóricos, los cuales no sólo agrupan una parte del programa, como: la chimenea, escalera, bar y patio, si no también, forman parte del mobiliario, asignándole identidad y estilo al espacio interior, esto último sello de nuestra arquitectura. El color blanco del exterior responde básicamente a la normativa de las residencias de playa, sin embargo, al interior se puede apreciar una explosión cromática propia de nuestra cultura que acentúa y eleva lo escultórico de la propuesta a un plano glorioso, del mismo modo, las vistas interiores enmarcando lo basto del mar y el efecto de las sombras generadas en las superficies, producto de las “redes del pescador” crean una atmósfera especial que permite conectar con el océano, contemplando su divinidad.
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